KEEP CALM

keep calm

―Mami, ¿qué es un árbol?

Una brisa inquieta, las formas onduladas en la línea del horizonte. Algunas sombras que iban cambiando de forma. Aquella imagen creció repentinamente dentro de mí y sentí como si me hubieran golpeado la nuca con un trozo de hielo. El pánico no me ayudó a esclarecer si era uno de mis primeros recuerdos o si tan solo lo había imaginado.

―Paula… ¿Qué dices? ―balbuceé.

―Elisa ha dibujado un árbol.

Me miraba con sus ojos verdes bien abiertos. Aquella palabra…

Un torrente de nuevas imágenes me oprimió el estómago y experimenté una sensación de vértigo que me llevó a la náusea. La cogí del brazo y tratando de mantener la calma me dirigí al cuarto de las gemelas.

―Enséñame lo que has dibujado ―dije casi gritando.

Elisa me extendió la tableta. Sonreía.

Dos trazos marrones que culminaban con un sinfín de espirales verdes. Había usado el verde cromo y otro verde más brillante. No podía apartar la vista de aquellos garabatos que me habían dejado paralizada.

 

Sabía que Benjamín no toleraba los excesos, pero mientras se lo contaba no pude contener el llanto.

―Por lo que más quieras, tranquilízate.

―Pero ¿cómo es posible, Ben? Apenas tienen seis años. ¿De dónde lo han sacado? ¿Cómo han podido…?

―Lo más importante ahora es no perder la calma.

―¿Qué vamos a hacer?

―¿Lo has hablado con alguien?

―Claro que no.

Ben era miembro del Consejo. Él tenía que manejar la situación. Seguro que sabía cómo hacerlo… Nadie podía enterarse, las leyes sobre la educación de los descendientes elegidos se habían vuelto más estrictas. Si alguien llegara a enterarse…

Mientras discutíamos recibimos una llamada de Pedro. Estaba fuera de control. Tenía dos hijos, Andrés de seis años, Ángela de cinco. Ellos también… Y luego supe que aquella escena imposible había ocurrido en otros hogares donde ninguno de los descendientes había cumplido todavía los siete. Figuritas que los reproducían, juegos de palabras, canciones en los que aparecían. Y nada que lo explicara, nada que explicara cómo podían los niños mencionarlos, hablar de ellos, describirlos incluso.

 

El Consejo programó una sesión de urgencia. No les costó mucho redactar una directriz muy simple. Nada debía amenazar la tranquilidad que tanto nos había costado alcanzar.

―Tú diles que no existen y que no han existido nunca. Y trataremos ese desvío como lo hemos hecho siempre. No podemos permitirnos que este asunto vaya más allá y que los ciudadanos pierdan los nervios y empiecen las preguntas.

―Pero, Ben…

―Tú lo sabes. Sabes que no existen, ¿verdad?

 

Caí enferma y los días siguientes los pasé en una especie de trance, seguro que provocado por la severa medicación. Paula y Elisa jugaban en su cuarto. Las oía reír. Ben tenía razón y, aunque en los primeros días los nombraban a menudo, poco a poco dejaron de hacerlo y la terapia se mostró de nuevo eficaz. No existen… Nunca han existido… La primera tarde que me quedé sola me puse a dar tumbos por la casa. Una brisa inquieta… No sabía muy bien lo que estaba buscando. Las formas onduladas en la línea del horizonte… Lo cierto es que Ben no se había preocupado mucho en esconderlo. Lo encontré enseguida, detrás de los viejos paneles del sótano. Estaba entre otras cosas que habían perdido valor. Sigo sin saber por qué Ben conservaba todo aquello. Olía a rancio y estaba casi podrido. Lo abrí y en unos segundos la encontré, entre las primeras páginas. Algunas sombras que iban cambiando de forma… Casi podía tocarlo.

Árbol (Del lat. arbor, -ŏris). m. Planta de tronco leñoso, grueso y elevado que se ramifica a cierta altura del suelo formando la copa. Producen ramas secundarias nuevas cada año, y extienden sus raíces de forma expansiva. Previenen la erosión y proporcionan un ecosistema protegido de las inclemencias del tiempo en su follaje. También desempeñan un papel importante a la hora de producir oxígeno y reducir el dióxido de carbono en la atmósfera, así como moderar las temperaturas en el suelo.